La alegría de la soledad

Cristian Gerardo Costo Mogollón

Un espejo en el cual no me quiero ver, tengo miedo de seguir encontrando cada mañana la misma expresión (nada) después de todo que somos frente al mismo, un reflejo de lo que nuestros padres implantaron de forma invasiva en nuestra niñez, Doctor, abogado, filósofo. Aquí me permito ser yo, me quito el traje de piel que me acompaña cada día lo que me identifica como ser humano, aquí soy la persona real que no tiene cara frente a una sociedad despiadada puedo ser yo mismo convivir con mi soledad que durante muchos años me ha acompañado fielmente un refugio frío y sombrío, pero que a mi parecer es hermoso.

Una entrada a la soledad que durante muchos años siempre ha estado ahí para llevarme de su mano, es aquí en mi fortaleza que creo un espacio propio en el cual me veo a mí mismo. Creo fielmente que tenemos que querernos a nosotros y adueñarnos de nuestras propias inseguridades, pecados y demonios.

Mis amigos, familiares y padres me ven desde un altar mientras proclamaba mi mentira, era falso, no era yo realmente mi única confidente era la soledad y el amor por el espacio frío y solitario que encontraba cada noche al regresar mi casa, esa hermosa habitación me acoge para escucharme llorar y gritar. Ahí estaba yo cayéndome a pedazos mientras ella era mi cómplice, admiraba mi valentía de fingir ser empático socialmente aceptado, siempre supe que nunca fui real, me gustaba sentir el dolor y el desprecio.

Cada noche que llego a mi refugio me desprendo de la coraza que me acompaña una armadura de batalla, piel que no es mi piel, la cual me permite ser otra persona ser socialmente aceptado y cubrirme de toda la sordidez del mundo. La pongo en lo más alto de mi refugio, un pedestal mientras proclamo, ese no soy yo. Cayéndome a pedazos los pensamientos malignos se apoderan de mi cabeza es aquí donde realmente puedo ser yo mismo, alimentan mi avaricia y carcomen mi alma, un lugar secreto del cual en las frías noches yo soy el único dueño donde soy juez, jurado y verdugo de mis mayores miedos.

En la ausencia de alguien con quien poder dialogar me dirijo hacia mi lecho templo y guardián de mis deseos carnales y mis más profundos sueños y anhelos, adornado por mantas, obras maestras del amor de mi madre hacia mí. No sé si ella realmente sepa o quiera a ese verdadero ser que está cansado de la sociedad y de sí mismo. por ahí dicen ¡tu madre te querrá tal y como eres! ¿en verdad merecemos ese amor que nos dan con gran devoción? ¿saben acaso, quienes son realmente sus hijos? Para mí es una luz cegadora llena de energía y solemnidad, una luz que atraviesa lo material y se posa sobre nosotros para darnos paz cuando más lo necesitamos.

Una vez recostado siempre se me viene una avalancha de pensamientos los cuales son abrumadores y no me dejan conciliar el sueño tales como, que será de mí, vale la pena todo lo que estoy haciendo, porque estoy tan solo, realmente esto es lo que me gusta. El silencio de la noche es un sonido que me arrulla, entre tanto pensamiento cruel es el silencio el que me arropa y con un frio penetrante me despide dándome las buenas noches.

Los sueños son algo que van en mi cabeza en tan mal estado, a veces son lindos, pero otras son tan oscuros como el mundo real los puede plasmar. pienso que son un reflejo de las acciones que vemos y nos pasan día a día de lo que somos realmente, este ser que cada uno tenemos dentro de nosotros y cuando está en soledad puede dejarlo salir como un animal salvaje para que corra libremente. En mis sueños he muerto de maneras inimaginables, he sido héroe y los más sorprendente de todo es que nunca estoy en soledad.

Que curiosa es nuestra mente nos ofrece lo que necesitamos en formas muy extrañas, pero nos ayuda.

Mi oído empieza a captar un sonido que aumenta con el pasar de los segundos, es un sonido infernal que corta abruptamente el estado del sueño, un chillido monstruoso que nos trae de vuelta a la cruda realidad “el despertador” hace parte de esos elementos que odio con todas las ganas de mi ser, pero que es justo y nos saca de ese trance el cual nos da un panorama lleno de historias fascinantes y nos aterriza en la realidad. Tengo que ponerme mi armadura, mi piel falsa, Con el que cubro mi presencia original el cual al despertar cada mañana veo de reojo y pienso ese no soy yo, este escudo de carne se ha impregnado por mis creencias, el personaje que se muestra ante la sociedad, pero que en realidad solo lo conoce la soledad.

Podemos confiar en nosotros mismos o somos la falsa promesa que ven los demás. Una mentira proclamada para ser aceptados en esta maldita sociedad. Como ser feliz en medio de tanta infelicidad ajena, presumen sonreír para ser agradados a los otros, pero realmente somos felices.