Carta a un joven marinero

Sara Sofía Mora Revelo

No soy un gato de muchos amigos, me considero reservado, o cómo dirían los demás, un gato amargado. Más sin embargo, he de admitir que durante esta larga aventura y muy a mí pesar, he extendido mi tolerancia hacia el resto de la tripulación que el día de hoy navega conmigo.

No soy un gato muy parlanchín, eso de maullar a diestra y siniestra no es lo mío en absoluto, eso se lo dejo al mapache o a la rata Georgette (en realidad es un cuy pero a mí me da lo mismo, su sabor no debe cambiar mucho) a quienes, por otro lado, les encanta intercambiar ruiditos y risas que no suelo distinguir porque me ponen a dormir.

A todo esto, te preguntarás: ¿entonces, por qué yo, gato amargado y prácticamente mudo, estoy escribiendo esta carta? la respuesta es simple. Los otros dos no pueden escribir ni la panza de la letra “a” y muy comedidamente, como suelo serlo claro está, me he ofrecido para escribirte esta pequeña carta. Así que, Ponte cómodo cachorro, te contaré desde el principio, cómo es que nos vimos envueltos en este embrollo y, sobre todo, cómo fué que llegaste tú a nuestro barco. 

En una noche tormentosa de luna nueva, nuestro barco tambaleaba entre las furiosas aguas del mar pacífico (que resultó no ser tan pacífico). Georgette chillaba y el mapache trataba, sin suerte, de calmar a la pobre rata. Yo, por mi parte, intentaba estabilizar el barco sin éxito alguno cuando pude divisar una pequeña isla a unos cuántos metros de nosotros.

–¡Tierra a la vista!- 

Nos aproximamos lo más pronto posible, y bajo un árbol encontramos refugio donde pudimos dormir hasta que los gritos del mapache nos despertaron. 

-¡Capitán, capitán! Hay un enorme animal cerca, tenernos que irnos pronto.

De entre los árboles, una sombra se movía y emitía un estruendoso y prolongado ruido. Me quedé inmóvil.

-Debemos conservar la calma. Siempre y cuando no nos mire, estaremos bien.

A pesar de mi advertencia, Georgette no escuchó ni la primera sílaba de mi orden y con curiosidad se asomó para ver mejor de qué animal podría tratarse.

-¡Ven acá, Georgette!- susurré, pero ella no me hizo caso.

La dimos por perdida después de ver su sombra desaparecer de entre los árboles pero no fue así.

Al poco tiempo, la vimos correr hacia nosotros pero tenía algo raro. Un bulto reposaba sobre su espalda, inmóvi, sin dejar de emitir aquel chillido ensordecedor.

-Es un cachorro, capitán, no podemos dejarlo aquí.

Me acerqué, pero noté que no era un cachorro como cualquier otro que haya conocido. 

No era un perro, ni un gato, ni un cuy, ni siquiera un mapache.

Este cachorro, tenía ojos grandes, orejas pequeñas, nariz respingada, sin bigotes ni pelaje a excepción de la cabeza. Sus patas eran cortas y torpes, con garras alargadas pero sin filo. Era una especie distinta, nunca antes vista por el ser gatuno.

No voy a mentirte, la primera idea que se me pasó por la cabeza fué decirle a Georgette que estaba loca y huír al barco olvidando lo que pasó. Pero no fué así, la presencia de este nuevo individuo tan extraño despertó en mí una curiosidad casi inmediata acompañado de algo más que en su momento no pude distinguir. incluso hasta ahora sigue siendo algo novedoso para mí, pero puedo decirte con seguridad que desde esa noche, ese sentimiento me ha acompañado hasta el día en el que te escribo esta carta y seguramente lo hará hasta el final de mis 9 vidas.  

El silencio fué absoluto durante un momento, hasta los chillidos del cachorro habían cesado. 

Georgette me miraba con sus enormes ojos, expectante, cómo si me estuviera rogando desde su interior no dejar al pequeño ser que ahora reposaba en sus patas.

No

– Está bien, lo llevamos. 

Muchas veces pienso en el peso de esa decisión y de las palabras pronunciadas que, de algún modo, juntaron tu destino y el nuestro como pudieron no haberlo hecho y perdernos de todo lo que vino después.  

Ya en el barco, el mapache y la rata se encargaron de ti, estaban tan sorprendidos como yo al ver que no pertenecías a ninguna especie conocida, teniendo en cuenta que a través de todos nuestros viajes descubrimos todo tipo de flora y fauna que habitaban en el planeta fué aún más extraño. 

Con el pasar del tiempo, el barco antes silencioso y casi fantasmal, se convirtió en el barco más animado de todo el océano, lleno de luz y de calma. Nuestra tripulación estuvo completa.

Hoy, se cumplen 7 años desde tu hallazgo, cachorro, y aunque he de reconocer que a pesar de nuestra avanzada edad, seguimos buscando tantas aventuras como nos sean posibles, pero también sé que algún día tendrás que navegar por tu cuenta y perseguir tus propios sueños y aventuras. Hasta entonces, de nosotros quedará solamente tu recuerdo, el mar, esta carta y el lugar infinito que has posicionado en el corazón de esta tripulación.

Con cariño: capitán gato

                     Y los otros dos